25 de abril de 2013

Fauna y flora: el gurupedi.

Va sin animosidad, ¡he dicho!

Una entra en este selecto y exclusivo grupo de la maternidad de golpe y porrazo, sin saber bien lo que ha pasado, desorientada y vulnerable, sobre todo vulnerable, para de repente darse cuenta de que, sin comerlo ni beberlo, se ha metido en una especie de secta donde los gurús proliferan como las setas, y muchas otras madres, igual de desorientadas y vulnerables, siguen ciegas sus palabras sin plantearse de qué va el percal.

Hablo de ese ser de intenciones desconocidas que, en lugar de dedicarse a hacer su trabajo (que es curar enfermos de tamaño reducido), se dedica también a cargarse lactancias, a amargar a pobres madres afirmando que coger a la prole en brazos cuando llora está muy mal, a mirar por encima del hombro a las familias que tienen el valor de admitir que colechan, y a recomendar hábitos alimenticios lejanos del estándar mundial.

Pero no te das cuenta de todo esto hasta que empiezas a escuchar a las otras madres comentar sus visitas regulares con el gurú. "Uy, sí, mi fulanito este mes pesaba esto y medía lo otro. Está en el percentil miratúquébien. Y el médico nos ha dicho que tiene que dormir sólo en su cunita." "Que le de cereales para dormir" "Que le empiece con la fruta a los tres meses", y así un largo sinfín de recomendaciones de las que no das crédito y empiezas a sentirte alienada y alienígena, porque el choopla no ha visto a un gurú-pediatra de estos desde que salió del hospital a la mañana siguiente de nacer, que en el desierto somos tipos duros, y ahí sigue, respirando con toda profesionalidad, sin necesidad de que nadie le diga cómo inhalar y cómo exhalar.

Te preguntas a qué viene esta obsesión por medir y remedir a un niño sanote que crece con normalidad, está activo y alegre, y te preguntas también si secretamente no será esta una manera oculta y subliminal del gurupedi para ir metiéndose en la vida de los padres primerizos y desorientados, y controlarlos desde el más allá, con la sonrisa de quien "conoce al niño". Y te preguntas, sobre todo, cómo es posible que al mínimo malfuncionamiento del bebé (léase a la total normalidad del bebé, o lo que es lo mismo, llorar, no dormir por las noches, etc, etc) estas madres que han caído bajo el poder de la secta, no piensen otra cosa que "voy a consultarle/llevarlo al pediatra". ¿En qué momento hemos perdido la humanidad y el instinto de supervivencia? ¿En qué momento es lógico y normal llevar a un niño al médico por la más mínima nimiedad?

A veces te parece que la gente en vez de un bebé cree tener un muñeco que responde a un número limitado de funciones, y en cuanto se les sale de la norma, ¡zaca! ¡Se les rompió el muñeco, y hay que llevarlo a reparación! Y se te ponen los pelos de punta de pensar en todos esos niños que ceban con cereales para que duerman "mejor", por no hablar de los que medican, cuando la técnica de llenarles el buche para que no se puedan mover, cual adulto tras copiosa comida navideña, no funciona.

Y te da miedo. Mucho miedo.

Se te ponen la piel de gallina cada vez que escuchas a una madre aconsejarle encarecidamente a otra que lleve a su vástago al pediatra, que lo que tiene no es normal, porque a los seis meses ya deberían dormir del tirón (falacia). Y te quedas con la boca abierta, y te dan ganas de darte de cabezazos contra la pared.

Y el gurú, desde su consulta, se frota las manos y domina el mundo desde su dictadura personal porque, señores, nos guste o no, los pediatras no estudian para decirle a los padres dónde debe dormir el niño, ni en su gran mayoría tienen idea de lactancia, ni pitos, ni flautas, con lo que, excepto en el caso de las enfermedades de chiquitajos, que es lo que son su especialidad, no tienen ni idea de lo que dicen y hablan o bien desde su opinión o experiencia personal (por tener familiares con bebés, o tenerlos ellos mismos) o de oídas, o de prejuicios, que es peor. Pero como la bata blanca impone un mundo, la gente achanta y calla, ¡que lo dice el gurupedi!

Y te miran raro.

Y a ti, a ti te resbala bastante, porque las ves que se matan entre ellas en una absurda competencia percentilesca, y se pasan la vida en consulta porque el nene tiene mocos o se pasaron cortándole una uña, o se despierta dos veces de noche, ¡válgame la herejia! y tú no puedes dejar de observarlo todo con cierto escepticismo. Y luego miras a tu choopla, que en 8 meses sólo ha cogido un catarro (y porque se lo pegó Don Daddy hace un par de días), que se da de leches contra los barrotes de la cuna a diario y casi se parte el labio trepando por una mesa ayer, y te preguntas si estará hecha de la misma pasta o es alienígena también.

Y lo único que te queda por hacer es dar gracias de que la oscura fuerza de esta secta no te haya atrapado todavía.

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